Ese león creció y se convirtió en un príncipe. Oscuro, amargado y tan hermoso que dolía verlo.
Pero debajo de todo, la chica vio al hombre. Vio su hambre de amor y afecto, y ella tenía mucho que dar.
Yo era esa chica. Me enamoré, aunque él me dijo que no lo hiciera. Le di todo, porque así era yo.
Estaba decidida a mostrarle la luz en este mundo, y sus sonrisas eran para lo que yo vivía. Él era mi arte, mi melodía, mi musa. Juntos éramos hermosos.
Así que di y di, todo a mi príncipe amargado. Hasta que no me quedó nada que dar.
Hasta que él me dejó vacía.
Nadie me advirtió que el amor me empujaría a una oscuridad tan fría que me destrozaría.
Para sobrevivir, tendría que matar a la chica de canela y convertirme en otra persona.