Mason Christian tiene doce semanas para convertir algo viejo en algo nuevo para su cliente japonés, y entonces se largará de Footseps Bay, Nueva Zelanda. Ni siquiera su cocinera y secretaria temporal (la enérgica y atractiva de Billie McLeod) lo detendrá. No hay manera de negar que ella lo hace sentirse vivo. Más vivo de lo que se ha sentido en tres años…
Billie tiene un sueño: ahorrar el suficiente dinero para ir a la universidad. Eso por eso que accede a trabajar para el complicado y "el todo negocios, nada de placer" de Mason Christian; un hombre que tiene toda intención de destruir, mediante una "modernización", la casa histórica más preciada del pueblo. Pero, antes de que ella pueda despedirse, se da cuenta de que ha firmado la línea punteada del contrato y está atada por él por 48 días. Trabajar diariamente con la perfección masculina es genial con letra G mayúscula; siempre y cuando puedan soportar esa política de "se mira, pero no se toca" que se complica cada día…
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