En la mansión de los MacDowell todos aguardan la muerte inminente de Sally, matriarca de la familia. Sólo su hija adoptiva, la joven Carolyn Smith, parece sufrir ante la evidencia del fatal desenlace y procura hacer todo lo posible para ayudarla en esos difíciles momentos. Carolyn sabe que la única persona capaz de devolver a su madre la paz necesaria para enfrentarse a la muerte es Alex MacDowell, su verdadero hijo. Pero Alex desapareció hace ya dieciocho años y nadie ha vuelto a saber nada de él... hasta esta noche.
SU IDENTIDAD ES UN MISTERIO.
Conoce muy bien la fama de rebelde y consentido que tenía Alex MacDowell cuando huyó hace casi veinte años y no espera un gran recibimiento. Pero ahora que ha vuelto, no piensa renunciar a nada: ni al amor de Sally ni, por supuesto, a la cuantiosa herencia que percibirá cuando ella muera. Sin embargo, alguien va a entrometerse en sus planes: Carolyn. Alex casi había olvidado sus ojos, inteligentes, curiosos y demasiado atractivos como para resistirse a mirarlos, aunque sabe que al hacerlo corre el riesgo de poner al descubierto su verdadera identidad.
Y ELLA CREE CONOCERLA.
Carolyn observa aterrorizada al extraño que dice ser Alex MacDowell. Es verdad que tiene su mismo rostro y su misma figura, que sus gestos son idénticos a los de Alex y que sus maneras no han cambiado. Pero Carolyn sabe que se trata de un impostor. Porque ella es la única testigo de la desaparición de Alex MacDowell aquella lejana noche, la única que vio cómo caía en una playa solitaria, asesinado. Sin embargo, si es cierto que Alex murió, ¿quién es entonces este extraño que parece conocer todos sus secretos? ¿Y por qué ha logrado que renazca en ella esa mezcla de atracción y odio que Alex siempre le provocaba?
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