Dos extraños en un tren conversan sobre el amor y el matrimonio. Emprendida como una charla de circunstancias, en la que intervienen al principio varios tertulianos, la conversación pronto deviene un perturbador diálogo entre dos personas, Pozdnishev, el respetable burgués que protagoniza la historia, y un interlocutor que asiste anonadado al detallado relato de su descenso a los infiernos: arrebatado por la pasión de unos celos infundados, Pozdnishev ha asesinado a su mujer, y esta novela es su catarsis, el análisis de las motivaciones que lo condujeron al crimen. Tolstói sitúa el tema de Otelo en la Rusia de finales del siglo XIX para ofrecer al lector no sólo un descarnado análisis de las enfermizas convenciones sociales, dominadas por la hipocresía sexual «Éramos como dos galeotes sujetos a la misma cadena, que se aborrecen, que se envenenan la existencia, que tratan de aturdirse. Yo todavía ignoraba que un noventa y nueve por ciento de los matrimonios viven en ese infierno, y que no puede menos de suceder así», sino también una turbadora visión del ser humano hedonista, carente de valores y entregado a la voluptuosidad.
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