
Ella tiene a Clive (el mejor gato del mundo), grandiosos amigos, un buen par de bubis, y no tiene O. Por si no fuera suficiente la ausencia de su O, desde que se mudó, tiene un vecino obsesionado con el sexo con el más fuerte golpeteo de cabecero que haya escuchado en su vida hasta altas horas de la noche. Cada gemido, nalgada, y -¿fue eso un maullido?- enfatiza el hecho de que no solo no puede dormir, sino que ella todavía está, sí, lo adivinaron, sin su O. Metan ahí a Simon Parker. (No, de verdad, Simon, métete.)
Cuando el golpeteo literalmente amenaza con tirarla de la cama, Caroline, ataviada con frustración sexual y camisón tipo baby-doll color rosa, enfrenta a su vecino al que ha escuchado pero nunca ha visto. Ese encuentro nocturno en el pasillo tiene, bueno, diversos resultados. Ahem. Con paredes tan delgadas, la tensión va a ser abundante...
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